El Rincon Poetico Por "Carmen Amaralis Vega Olivencia"

  

Sin Piel
 

Apago la hoguera que precede a mis incendios;
el vientre grita.
Me acerco a la noche con escalofríos,
ardiendo aún con los deseos en flor.
 
Llevo la maldición de sentirme amada.
Pero no es aquí, ni ahora,
ni eres tú el que comprende mis ardores.
 
Sólo ese fantasma de otra vida,
cuando con otro cuerpo
alcanzaba el éxtasis
que guardan mis silencios.
 
Aprisiono voces,
se nublan los sentidos,
rechazo las barreras
que doblegan este cuerpo inútil
en esta profundidad mortal.
 
Un llanto seco hace surcos en mi rostro.
Soy fantasma que suplica tener piel.
 
 
Por: Carmen Amaralis Vega Olivencia.


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Intimidad

No se reconoce,
se ha podido morir de amor
y no hay huellas.
Las lágrimas secaron la lava ardiente
cubriendo de sal los aleluyas.

Se sabe viva.
Desesperada arranca abrojos.
Seca y fría
lame la hiel de las grietas,
y trata de atar los pedazos de cordura
con el azul infinito de la espera.

En la faena
es cordón que se enreda en las aguas
y reverdece.

Por: Carmen Amaralis Vega Olivencia.

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Reverdecer en el centro el valle del desierto 
 
Quiéreme, a solas,
sin testigos,
que el beso que te tiembla en la mirada
se me pierda en el alma y grite el cuerpo.
Desnúdame, tierna,
liberada,
que llego a tus pies para mirarte…
culebra rígida, hilvanando sueños.
Quiébrame las ganas en tu lecho,
cabálgame insaciable la malicia,
y cuando sepan que te sigo viva
cegarán de envidia los perversos.
No he de querer ya más,
¿Por qué decirlo?
Si soy mujer que busca en el sagrario
la intimidad que guarda adormecida
la musa que me inspira el verso.
 


Por: Carmen Amaralis Vega Olivencia.
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Ala y raíz
 

 
Bastó una gota de savia roja derramada sobre su tronco gris, para que reventaran sobre el pecho un millón de flores transparentes.
No le quedó ni una sola rama sin la sutil fragancia de pétalos
tiernos, y pudo respirarse la vida sin que despertaran las
desdichas.
 
 
Pero bastó un viento de temores fuertes, y las raíces se enterraron hasta los laberintos bordados por duendes y mariposas. Y quedó ahí con la vida, rígida en el vaivén de las horas, grabando la piel con grietas de suspiros y caricias. El placer se extendió hasta el infinito, y dobló la cintura enterrada hasta el centro del fuego.
 
Quiso volar con alas fuertes, y llegó hasta donde sus raíces le
permitieron.
 
No verá las semillas reventar, pero guardó su aroma en un cofre de perlas y ébano. Desde allí las visiones se cruzan con la angustia de saberse ala y raíz.
 
Por: Carmen Amaralis Vega Olivencia.

 
 

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